Dejar morir


“Misterios dolorosos del ciudadano
que no comulga con ruedas de molino
ni confunde a Jesús con el Vaticano.”
Un terceto acatarrado
J. Sabina

En aquel primer debate de la Corte Constitucional, Carlos Gaviria expuso su acuerdo “en que un médico acabara con la vida de un paciente con intensos sufrimientos” y que éste “no debería ir a la cárcel”; otros dijeron que el derecho a la vida es fundamental e inviolable; otro, que la libertad, que la vida sin libertad no tiene sentido; finalmente alguien medió, la libertad no prevalece sobre la vida, ni ésta sobre la libertad, se adhirió y se decidió a favor.

Por ser un tema apasionante, donde se debate acaloradamente, hoy jugaré un poco a ser abogado del diablo. De pequeño me juzgaron culpable de justificarme, y ahora pretendo demostrarlo, dando conceptos a favor y en contra.

En contra se argumenta el derecho a la vida como fundamental e inviolable. El uso de conceptos como suicidio asistido, homicidio por piedad y derecho a morir dignamente son intentos débiles. Homicidio es una palabra fortísima, añadirle por piedad pretende traer esa palabra desde los terrenos del terrorismo a los de la misericordia; suicidio es una decisión condenada en la sociedad y la religión; derecho a morir dignamente suena a una jugarreta con las palabras de la constitución. Todo esto solo pretende cubrir un acto atroz, darle un sentido de humanismo al mero acto de matar.

El sufrimiento en las proximidades del fin de la vida no es un motivo de escándalo ni indignación, es una parte de la vida que esa persona debe cumplir como lo hizo con los años más agradables. La medicina ha avanzado en tratamientos paliativos “que se aplican a las enfermedades incurables para mitigar su violencia y refrenar su rapidez”1, que ofrecen un término digno y sin sufrimiento al paciente. No es necesario entonces inducir una muerte, como quiera calificársele esgrimiendo la dignidad y el sufrimiento como argumentos.

A favor se esgrimen dignidad y sufrimiento innecesarios para pacientes y familiares, todos cobijados por la pendulante ética médica. Pacientes en fase terminal, en estado vegetativo, con muerte encefálica; condenados en vida a una cama, a los cuidados de familias que pierden su libertad, su felicidad y su paz. Es irresponsable luchar contra la muerte pues dios la ha impuesto como una parte inevitable de la vida, de lo contrario, que se levante quien se haya salvado. La dignidad en la muerte, en el instante en que la muerte es verbo, es tan importante como la dignidad en la vida, en el periodo en que la vida es verbo. La infinita diferencia entre ese presente que es morir y ese vivir tan largo, nos ha ocultado desde siempre la equilibrada dignidad inherente a ambos.

Acompañando a la eutanasia esta la distanasia. Transcribo los significados desde el DRAE. Eutanasia se define como la “Acción u omisión que, para evitar sufrimientos a los pacientes desahuciados, acelera su muerte con su consentimiento o sin él”. En el ámbito medico, el mismo ente la define como “Muerte sin sufrimiento físico”. Distanasia es su antónimo definido solo en el campo médico como el “Tratamiento terapéutico desproporcionado que prolonga la agonía de enfermos desahuciados”. Se puede ver que son extremos de una fina cuerda. Una anécdota de Siddhartha cuenta que viendo cosas extremas concluyó, con otras palabras que si la cuerda se tensa demasiado, se rompe y no suena; si se deja suelta por completo, tampoco sonará; es necesario aplicar la tensión justa para que pueda sonar hermosa. Mi propuesta es más cruda tal vez, y no por ello se aleja de una moral humana.

Se debe hallar un punto medio. Basados en la concepción de dios creador, somos una representación de su voluntad, el fruto de su libre albedrío si se me permite tal atrevimiento. Somos actores que ejecutan una obra premeditada por dios, dejándonos en una inconjeturable historia (Otras Inquisiciones, El Tiempo, 111). Posición que puede desencadenar impensables y terroríficas conclusiones que no voy a desmenuzar esta vez. Me centraré en el momento mismo de morir, cualquiera que sea el método.

La muerte es el estado inmediato siguiente a la vida. Acabar con la vida por el medio que sea es cruel e inhumano. Suicidios, homicidios, genocidios han sido condenados ya. Es tan grande el temor a morir o a la muerte2 que contrario a eso la prolongación de la vida es exaltada. Se halaban médicos y máquinas que permiten prolongar la vida, vencer la muerte como si fueran paladines del derecho inviolable a vivir. Mi propuesta sería que la muerte debe llegar cuando debe llegar. Existe un punto en la vida en que no solo se es desahuciado, sino que las condiciones anuncian una muerte inevitable e inminente, pero son tan horribles estas condiciones que las negamos. Si una persona no puede mantenerse viva por sus propios medios fisiológicos, está condenada a una muerte inminente y natural. Pensemos cómo sería morir cuando la medicina no nos había ayudado a vivir artificialmente. Respiradores y sondas y otros artefactos que seguro desconozco, hacen la función divina de dar vida. En este momento, cuando morir es naturalmente inevitable, es cuando se debería usar la eutanasia para dejar morir en paz y acaso acelerar un proceso inevitable a quien de seguro ya no tiene otro destino.

La lectura de una columna del Padre Alfonso Llano le dió a mi pensamiento una palabra; el DRAE no la registra: Ortotanasia. No es igual mi definición sobre el tema, pero su posición es la más sensata que he leído y tiene tanto tiempo de ser expuesta (1997), que seguro fue el tiempo, en este país sin memoria, el que la olvidó. Dejar morir es la consigna, los argumentos: personas ante todo, son los que deben aportarlos. El Estado debe legislar para todos, en un país laico, sin ninguna intromisión de religión alguna. Ellos deben lidiar con su problema como bien puedan.


1 Definición de paliativo del Diccionario de la Real Academia Española.
2 Morir para mi es el momento en que la muerte se hace verbo. A la muerte no le temo, pero a morir, tal vez sí. La diferencia es necesaria.

6 comentarios:

Luli dijo...

No se trata tampoco, si se está buscando el bien integral del paciente, de alargar la hora de la muerte innecesariamente, entrando en lo que se ha venido a llamar un encarnizamiento terapéutico. No es lo mismo, ciertamente, alargar la vida que alargar la muerte. Cuando el diagnóstico confirmado por el grupo de médicos tratantes de ese paciente indica que la vida está llegando a su fin, el equipo de salud tiene que hacer todo el esfuerzo posible para que ese paciente muera con la dignidad.

Un gran tema para debatir

Felicitaciones

Beto dijo...

Muy interesante perspectiva de las cosas, sin embargo no la comparto así. Muy elaborado el pensamiento, impresionante, pero sigo sin aceptarlo.

Me da temor pensar en la muerte, como si no fuera parte del destino inexorable común de los seres vivos. A la vez, me da temor también, y quizás más, que algún día, se me niegue morir.

Quiero ser dueño de mi vida, hasta el punto de poder arrebatármela si en algún momento, por las razones que fueren, la menosprecio.

Si bien, desde un punto de vista cristiano es Dios quien la vida concede, y es Él, en fin de cuentas, quien la quita ¿Quienes somos para sentirnos dueños de ese regalo? Pues somos aquellos a quienes se les dio albedrío, albedrío que consta principalmente de elegir si seguimos una fe cristiana, o cualquier otra fe, o ninguna si así nos place; y por ende, si quitarnos la vida o no.

Este artículo me trae a la memoria a una espectacular película (basada en la historia de Ramón Sampedro)"Mar Adentro": ¿Por qué quitarle el derecho de decidir sobre su vida a una persona estando en plenas facultades mentales?

La eutanasia nos puede llevar a hilar muy fino, pero es necesario construir aquellas bases para lograr una sociedad más justa. En mi humilde opinión, no es justo que en nombre de Dios neguemos el derecho que cada ser humano, en condiciones mentales regulares, tiene sobre su vida.

Saludos,
Luis Aveiga

Anónimo dijo...

Complejo tema.

Ricker Silva dijo...

luli: que bueno vertepor estos lados con comentarios tan enriquecedores

beto: que extraño, yo si comparto tu posición; desde ese libre albedrío es que la he desarrollado. Mis pareces religiosos no han sido definidos todavía, y lo malo es que parece que se van a aquedar así. Muy buenos puntos aportas a este tema.

Abejita: Espero hayas encontrado un buen nectar en este prado.

Ojalá se defina pronto todo lo que debe regular este tema tan tenaz.

Beto dijo...

¡Ups! Había entendido una posición tuya un poco menos liberal en ese sentido:

Tus palabras:
"Mi propuesta sería que la muerte debe llegar cuando debe llegar."

"[...] cuando morir es naturalmente inevitable, es cuando se debería usar la eutanasia para dejar morir en paz y acaso acelerar un proceso inevitable a quien de seguro ya no tiene otro destino."

Según yo sí hay diferencias, aunque son pequeñas, mas por ser ideológicas resultan a veces insalvables.

Lo que añado a este tema:

A veces morir no es naturalmente inevitable y la muerte no llega físicamente, lo que podría colgarse del tiempo en algunos tantos años. Entonces: ¿Propongo la eutanasia para no prolongar una vida indigna, para no alargar un sufrimiento, independiente de si la persona está destinada a morir pronto? Sí, la eutanasia como un derecho a la vida, y como un derecho a la muerte.

Es interesante anotar que, cuando se trata de seguir viviendo, a muchos no les basta lo que a otros les podría sobrar.

Saludos,
Luis Aveiga

Anónimo dijo...

No te queda duda :-)

Aleteos!