¿HÁGASE LA LUZ?

"Recurre a Él si el cansancio y el estrés ya no te dejan. Él te da esfuerzo y multiplica tus fuerzas si ya se te acabaron".


¿Cuál es el papel de dios* en este universo, en esta vida, en el tiempo? Esta pregunta es sumamente delicada de implicaciones catastróficas si no se está convencido de un par de cosas en la vida. Sin embargo entrevé una pequeña intersección entre dos mundos, hoy claramente diferenciados en la academia, la teología y la vida. La fe tradicional ciega y la fe crítica.

La pugna está basada en las metáforas que inundan los libros religiosos, sea la Biblia, el Corán, la Torá, los escritos milenarios budistas, piedras, jeroglíficos o lo que sea; digo también que Borges, Sabato, Kundera, Kerouac. Después de todo, todas son obras literarias, plagadas de tropos que ponen a prueba la inteligencia o la estupidez humanas.

Cuando pienso en el papel de dios creo que quiero a lo mejor que condescienda a una forma más humana, desligarlo de una buena vez de su papel de dependiente de mostrador. Despojado del delantal de dependiente, porque intuyo que dios poco o nada puede hacer por nosotros, su papel se limita, sin desprecio, al de motivador, al de impulsor. Casi por el sólo hecho de creer en él, quienquiera que sea, se imbuye en la gente, incluso de la peor calaña, cierta gana de vivir. Digo que poco o nada puede hacer porque si él pudiera hacer algo y no lo ha hecho (como bien puedes comprobar en los diarios, televisión, blogs y en las caras de la gente), sería dios un ser detestable: con una creación al borde del acabose y cruzado de brazos. Hasta acá elimino, y por ahora lo dejo así, la implicaciones del libre albedrio. Por otro lado, si en verdad tiene poder de cambiar este mundo, se le ha venido haciendo tarde para miles de niños, para miles de mujeres que mueren de sida por tener una única pareja en su vida, para apersonarse de los virus más violentos que hemos tenido (Ahora el hombre muere de un simple resfriado y no puedo más que recordar el planteamineto de Los Simpson sobre la extinción de los dinosaurios por culpa de un estornudo), para el calentamiento global, la fisión nuclear, los amores, los desamores, los créditos altísimos, las cadenas de abastecimiento, los computadores... Ahora bien, si resulta que sí lo ha hecho y se esgrimen milagros para corroborarlo, diríamos que es selectivo y solo ayuda a algunos pocos que bien lo veneran, siguen y promulgan su gracia y entonces tendríamos un dios vanidoso que se vanagloria del poder que le profesan y en recompensa por tan ciega alabanza urde milagros. Ninguno de esos dos: ni el relajado negligente ni el vanidoso complaciente, se acerca al dios que creo prefigurar. Por eso el epígrafe, porque es compatible: es su presencia sola, su creencia la que nos da ánimos para seguir y la que nos orienta.

Es este dios motivador el culpable de todo (si no te gustan las palabras, por la mala fama de ellas, es hora de dejar de leer). No es por él que hay montañas ni hombres buenos y malos, sino por lo que él diseñó: un universo regido por una serie de normas o leyes, o por una sola gran ley que gobierna desde la fisión nuclear hasta las ganas de besar. Y él sólo puede admirar su obra y maravillarse de los distintos rumbos que sigue, rumbos que ni siquiera él pudo predecir. Sí, yo creo que él se maravilla incluso del mal, de las guerras, del hambre y la riqueza desmesurada. ¿Qué puede haber más maravilloso que ver su creación tomando rumbos y evolucionar o involucionar?, ¿acaso ver que todo marcha de acuerdo a un plan determinado previamente en el comienzo del tiempo y del espacio? No creo. Él motiva pero no escribió la eternidad; es una empresa imposible incluso para un dios. No hablemos de la omnipotencia todavía que hasta en matemáticas hay teoremas.

"Pero los seres humanos son ajenos al espíritu puro, porque lo propio de esta desventurada raza es el alma, esa región desgarrada entre la carne corruptible y el espíritu puro, esa región intermedia en que sucede los más grave de la existencia: el amor y el odio, el mito y la ficción, la esperanza y el sueño. Ambigua y angustiada, el alma sufre (¡cómo podría no sufrir!), dominada por las pasiones del cuerpo mortal y aspirando a la eternidad del espíritu, vacilando perpetuamente entre la podredumbre y la inmortalidad, entre lo diabólico y lo divino. Angustia y ambigüedad de la que en momentos de horror y éxtasis crea su poesía, que surge de ese confuso territorio y como consecuencia de esa misma confusión: un Dios no escribe novelas" (Ernesto Sábato).

*en post pasado se explica esta nimiedad

1 comentario:

Anónimo dijo...

Pues, no se yo que decir, tampoco creo que lo pueda todo, en fins.

Besitos de miel

la abeja peque