Para ser riguroso en la narración de los hechos que a continuación expongo, debería remontarme a aquel día de Octubre de 2005. Una época siempre lluviosa en mi ciudad: Bogotá. Sin embargo intentaré contarlo, haciendo una rememoración de los hechos de aquel día, vísperas de rock al parque, pues hoy entiendo que fui un privilegiado y muy pocas personas comprenderán la magnitud de este evento, tan afortunado, como inesperado.
Habíamos estado esperando durante mucho tiempo una noticia que tardaba más de lo que creíamos en llegar. Visitamos la página web y nada, ni rastros de aquello. Entre mis tantas ocupaciones nunca tuvo prioridad la de hacer fila. Pero ese día la noticia fue poderosa. Kraken se presentaría, casi gratis en el auditorio León de Greiff de la Universidad Nacional de Colombia y, para completar, se presentaba con la Orquesta Filarmónica de Bogotá. Hice la fila como muchos otros y como pocos otros me quede sin boleta. Sabía que algo me estaba perdiendo. Las noticias llegaron muy tarde, hace apenas un par de semanas nos dimos cuenta que vendían las boletas para el concierto oficial, acababan de lanzar al CD y todas las localidades de platino(o VIP, las mas cercanas a la tarima) se habían vendido y agotado (después haré una explicación completa de estas localidades VIP). Todo costaba igual y decidimos comprar las boletas, se justificaba a priori.
Al día siguiente la vida simplemente seguía, no había muchos planes, era viernes, al día siguiente: Sábado, partía de campamento y tenía muchas cosas que hacer, la universidad ya se acercaba al fin de semestre y el estudio arreciaba. Algunos amigos me acompañaron a comprar cosas para mi campamento y luego se quedaron haciendo fila para entrar al auditorio: Ellos tenían boleta. Cerca de las 5 de la tarde recuerdo yo: me llamaron al celular. “Quiubo, le tengo su boleta”. Mi hermano me timbro al celular para decirme que ya estaban entrando, yo me afane y Salí de afán de la oficina, llame a Angela y le pregunté si podía salir inmediatamente y dijo que si. Tomamos un taxi rumbo al Palacio de los deportes, lugar escogido por la banda para el lanzamiento. Llegamos sobre el tiempo, pero solo estaban haciendo entrar a los predios del Palacio. Ahí se formaron sendas filas, un par para mujeres y otro par para hombres. La gente estaba expectante, aunque había bronca con la organización. El concierto sería junto con la filarmónica y no habría toque de Kraken en solitario. Yo no me preocupaba, hace más de un año que fue así, y ese día me prometí comprar el CD o DVD en cuanto saliera al mercado, por lo que el CD reposaba en mi gabán, esperando la oportunidad de ser firmado.
“Harold, necesito otra, ¿cómo consiguió mi boleta?”, pregunte, y salí corriendo a La Plaza Che, en busca de una boleta para mi novia. Acto seguido le marque al celular, tengo las boletas, tienes que venir. Su trabajo la ocupaba hasta las 6 de la tarde hora de apertura de las puertas y el reloj empezó a correr, impasible, implacable. El ambiente era de expectativo, eL León de Greiff estaba en remodelación las sillas aun no estaban terminadas, pero el sonido y la acústica estaban listos. Las puertas se abrieron y empezó a entrar la gente. Mi novia alcanzó a llegar para unirse a la marea que se desbordaba por las puertas y pasillos del auditorio. Entramos al segundo piso y ubicamos asientos para todos. El escenario estaba dispuesto, la Orquesta Filarmónica estaba apostada en sus lugares y el coro cubría el fondo de la tarima. Los instrumentos de la banda, como invitados sin tarjeta reposaban en sus soportes y la batería sumergida entre una pecera esperaban el inicio de la noche.
Las luces se apagaron. El Director de la orquesta empezó su ballet de brazos al cual se fueron uniendo los instrumentos. El sonido profundo y denso de la Filarmónica se mezcló al fin con la energía inmensa de la guitarra el bajo y la batería de Kraken. Antes de entrar en escena Elkín saludó al público y a sus colegas y se hizo al micrófono para dar Inicio a la más mágica noche del Leon de Greiff. El coro de la Filarmónica se lució, se los veía moverse al ritmo de la música, la Orquesta estaba de plácemes y en cada corte, ante la ovación del publico, el Director les indicaba para ponerse en pie, y blandían sus instrumentos como armas de guerra entre el frenesí de la muchedumbre, la estudiantina unida por la música de dos mundos tan injustamente divididos. El repertorio incluyó los grandes éxitos de la banda y otros temas menos reconocidos que ahora encontraban su reivindicación en el oído.
Las canciones desfilaban una a una ante el asombro de todos. Es increíble como pudieron lograr esa fusión sin dejar de ser Kraken, sin dejar de ser Filarmónica. Elkín se dirigía al publico con es amabilidad típica de el. Nos animaba, nos dirigía. Incluso parecía pedir algo de silencio y control pues parecían estar grabando material para alguna publicación futura. Pero de nada sirvió. Más de 1600 gargantas coreaban punto a punto las líneas de esos himnos del rock nacional, ahora catalogados “Joyas de la música Colombiana”. La noche culminaba, agradecimientos múltiples de parte de la banda, aplausos estridentes de las gradas, más instrumentos blandidos, mas aplausos ahora de pie.
Salíamos del auditorio con esa sensación pesada que queda después del cine. Pensábamos en lo que había sido y como podría ser mejor. Los rumores en los pasillos indicaban la grabación de un DVD. Un tumulto en una puerta. Gente frenética pasaba hojas, CDs y cualquier elemento para ser firmado. Mi camiseta emprendió su viaje por esos pasillos desconocidos dejándome desnudo y esperando. Mi novia fue a mi carro a traerme un saco. Poco después salio alguien por la puerta y nos dejo entrar. Un pasillo blanco de clínica, con cables por el suelo y chécheres recostados en las paredes. Angela apareció al fondo del pasillo con mi saco y alguien nos devolvía los objetos y pertenencias. El tiempo pasaba y mis amigos impacientes llamaban a mi celular agonizante preguntando a que hora me dignaba llevarlos a casa. La señal era débil y mi celular moría. Salía gente de producción, alguno dijo que sí estaban grabando un DVD que saldría en 6 meses. De vez en cuando salía alguno de la banda y como avalancha salían cuadernos de notas, hojas sueltas, lápices y esferos y mi camisa, buscando ser firmados, inmortalizados. Algunas personas se rendían y se iban. Otros nos quedamos y finalmente dejaron entrar en grupos al camerino improvisado.
Entramos Angela y yo a nuestro turno. Abrazos, felicitaciones, y charla. Que estábamos contentos, contentos, contentos. Gracias, gracias. Estupendo el show, muy bueno y cosas así decíamos pues no sabíamos decir más. Elkín nos preguntó el nombre y agradeció nuestra presencia y emoción. Yo di mi nombre, pero como antes con el bajo y el teclado dije que firmará a nombre de Oliver, mi hermano. Estudioso Ingeniero que tenía parcial al día siguiente y tendría que esperar más de un año para ver el show. La noche ahora si acabó, Deje a mis amigos en sus casa o cerca de ella, puse la camisa sobre el televisor de mi hermano y me dormí.
Habíamos estado esperando durante mucho tiempo una noticia que tardaba más de lo que creíamos en llegar. Visitábamos la página web y nada, ni rastros de aquello. Recibí una llamada de Angela quien me dijo que Kraken se presentaba en el Palacio de Los Deportes, con la Orquesta Filarmónica. Compramos las boletas. Platino de agotó extremadamente rápido y nos tocó a las gradas; pero estuvo mejor. Era noviembre del 2006 y el escenario, una vez dentro, parecía muy abarrotado de instrumentos y sillas. Los instrumentos de la banda en sus soportes. El show muy similar a aquella noche en la Universidad Nacional, pero ahora con una zona especial para invitados que abarcaba casi toda la localidad de platino: sillas vacías que permanecieron sin dueño hasta el final de la noche en un desplante imperdonable de los amigos estrictos de la Filarmónica. América abrió el show. Mucha emoción y cabelleras danzantes. Algún imperfecto de sonido manchó la jornada sin mayores implicaciones. Luego el momento duro. El público coreaba “Escudo” y la banda accedió. El Director de la Orquesta asió una guitarra eléctrica que se negaba a cantar. Luego los acordes, un solo de guitarra que terminaba con Escudo y Espada en versión Rock duro. Ovaciones por doquier. El concierto cerraba repitiendo uno de los temas y la banda se fue. El público estuvo más de media hora sentado y cantando. Elkín salio de nuevo y dirigió a capela, Muere Libre; el Coro: el público. Esta vez no hubo firma y el disco reposó en mi gabán toda la noche. Las rúbricas de la noche pertenecían a los invitados que ni siquiera sintieron lo que habían presenciado. El coro Filarmónico, El Coro del público, Kraken: espectaculares. Platino: el punto muerto en el momento de cambio, los estancados.
Aún espero el DVD. Pero me quedo toda la vida con el recuerdo de la noche del León, cuando nos besábamos despacio, cuando esperábamos y recibíamos sorpresas. Gracias Kraken, Gracias Filarmónica.
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